miércoles, 7 de septiembre de 2011

ANTONIO LÓPEZ (Tomelloso)

El cielo aquel pintado con tizas de colores...
Poema de, Eladio Cabañero.
(otro Tomellosero)


El cielo aquel pintado con tizas de colores;

el sol que se empozaba tantos jueves

para los largos temporales

"Cuando se empoza el sol en jueves,

antes del domingo llueve..."

Aquellas calles largas con carros y viñeros;

el pregonero del Ayuntamiento

y el tío del "rabiche"; el carro

del "alhigue" cuando los carnavales;

las barberías con aquellos frascos

llenos de sanguijuelas coleantes;

el miedo de las noches del invierno

desiertas por el cierzo y los fantasmas;

las uvas, las espigas, la Glorieta,

la feria, el corralazo de los títeres...

¿Era aquél Tomelloso?

¿Era yo aquél, aquel de por entonces?

No me recuerdo bien. No tengo pruebas.

Era antes de la guerra. Mucha gente

no viviría bien, seguro, pero

el tiempo de los niños es hermoso,

y aunque la vida va a su mejoría




-según dicen- y hay tantos nuevos sueños:

viajar a la luna y los planetas;

inventar pan para que no haya pobres,

nueva fe en nuevos pechos,

aquel tiempo consuela a los que fuimos

niñez y luego muerte en nuestra infancia.

Antes que lo perdiéramos,

aquel niño de todos y de nadie

jugó por todo el pueblo, entre bidones

y cubas y trujales, en las fábricas,

en las destilerías de alcohol,

donde el vino zurría y se quemaba,

mientras nosotros -aúpa- nos saltábamos

montoneras de orujo, eras de lías.



Y el campo, ¿cómo era

antes de que aquel cielo, aquellos hombres,

se fueran a la guerra para no volver nunca?

Vendimiadores tiempos,

una vez en las viñas, vendimiando, una noche

-quiero acordarme, pero ha tanto tiempo-

en la pequeña casa, acabada la cena,

todos bien avenidos se embromaron,

se tiznaron jugando al "San Alejo",

con la sartén tocaron seguidillas

y jotas a la luz de los candiles;

y luego se acostaron en-parva por el suelo,

que ya no se cabía

sino en las alambores y en la cuadra.

Eran caras alegres como nunca haya visto.

Era antes de la guerra y yo tenía

de cuatro a cinco años.

Muchos ya no volvieron para echar hato los lunes

para irse de semana, de vendimia.

El cielo no volvió ni fue ya claro.

La gente se hizo dura,

y a los niños dejaron de querernos.

Y nosotros, mis primos, mis amigos,

no volvimos tampoco de la guerra:

de repente crecimos, fuimos otros,

nos perdimos igual que se perdieron

de vista, hacia el Oeste, tantas cosas.

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